Me había cansado, porque a veces pasa. Me encontraste
vulnerable, con las valijas casi hechas, sostenida por lo proyectos, por los
recuerdos, esperando que quizás, cuando el sol sin querer me diera un poco más
en cara, vos pudieras ver que me estaba escapando. Es paradójico querer que
alguien te vea cuando te escapas, pero eso quería.
Fue un sacudón, en realidad. ‘Agarra tus cosas, y ándate’. ‘Ándate’.
Me voy. Y me fui. Cerré la puerta con miedo de no abrirla nunca más. Cerré
despacio, en silencio, mientras los ojos se cargaban. Cerré la puerta, y con
eso, un futuro. Ahí estaba yo, esperando que el ascensor llegara al cuarto piso,
para dejar ahí, en ese pasillo, plasmado mi fracaso, otra vez.
Fracaso por no saber transmitir. Y me dolió. Lloraba de
noche, y en el tren. Lloraba mirando tv, tomando el té, y mientras reía.
Lloraba porque habíamos llegado ahí, también, por errores míos. No me entraba
en la cabeza, en mi coherencia, como podía ser que el amor lastime demasiado.
Lastime así, aun cuando se estaba amando.
Congele mis dedos para no escribirle, para alejarlo.
Necesitaba su calor en la cama, y sin embargo deseaba tenerlo lejos. Lo extrañe
a cada hora, a cada minuto, a cada segundo, de ese interminable día.
Lo vi al día siguiente, gigante. Vestido de perdón. Lo ame
como al primer día, de nuevo. Llore con él. Lo abrace. Le pedí paciencia.
Paciencia en el medio de la tormenta. Una hora después, me baje del auto,
camine una cuadra, y me fui, sola. Le pedí que coma, que se cuide, y que me
espere, y asintió. Mi alma estallo en mil pedazos, un día después de alejarlo,
me volví a enamorar.
Todavía me pregunto cómo hace para vulnerar mis sentidos. Aísla
mis miedos, me estremece. Puedo perdonarle hasta lo imperdonable, puedo aceptar
que quizás, alguna vez, confundió mis ojos, con otros. Encuentro la solución a
todo, cerca suyo.
Entendí que quizás, no le di la oportunidad a que me escuchara.
El miedo de no saber que podía pasar, me paralizaba, me volvía una tipa reservada,
sumisa, quieta. Me volvía quieta. Y yo no soy así.
Después de unas semanas, puedo decir, que todo está en
orden. Mis sentimientos, mi cabeza, y el. Me enamoro a cada segundo, lo elijo
al parpadear. Lo hace, tan sencillo y natural. Me enloquece, me rescata, y me
salva. Al fin, alguien me salva.
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