lunes, 28 de enero de 2013


Antes escribía cuando él me lo pedía. A veces se acostaba, y un ‘escribí’ era la última palabra por horas, después se lo guardaba en un documento, en la computadora, y dejaba que lo interprete como él quería. A veces escribía hojas enteras, y a veces todo se resumía en un ‘Ámame’.

Me sentaba a mirarlo, y viéndolo ser, mi amor crecía. Escribía porque él estaba en frente mío, y me hacía feliz. A veces nos veíamos dos o tres días seguidos, y a veces pasábamos semanas enteras separados. Cada vez que nos veíamos, me preguntaba si seguía escribiendo ‘me gusta cuando lo haces’, y una de las últimas veces que no vimos, le prometí que jamás iba a dejarlo de hacer.

Hoy hace calor, muchísimo, apago la luz, prendo el ventilador, pongo música, y acá estoy, obligándome 
a hacer lo que te gusta. Antes escribía por vos, hoy no escribo por nadie.

A veces, junto coraje, y salgo a caminar por las calles del pasado. Mi cabeza te va a ver. No arreglo nada, de hecho, no pienso hacerlo. Las cosas se dieron así, y si me preguntas, ya nada es lo mismo que en ese tiempo. Muchas situaciones me trajeron unas ganas incontrolables (casi una necesidad) de querer toarte la puerta y preguntarte como estas ¿Sabes?  Me reprimió el miedo a que me hagas pasar, y no saber dónde estar parada. No me gusta la sensación de no saber qué hacer conmigo misma, odio no conocerme. Y odio estar acá, haciendo lo que a vos te gustaba que haga.

Lo prometido es, y siempre será una deuda

2 comentarios:

  1. Yo me prometí a mí mismo escribir, y la esclavitud de esa promesa forma, para siempre, parte de mí. Escribimos para otros, para nosotros, como tú dices, para nadie.
    Para nadie. Es un paso.
    Excelente, provoca sensaciones. Un abrazo.

    ResponderEliminar